El sublime metabólico
Soberanía energética, automatización agrologística, extractivismos fantasma, instrumentalización territorial, circularidad residual, descarbonización, geoingeniería... son algunos de los temas que abordaremos durante 'El sublime metabólico', un programa interdisciplinar de seis meses de duración en el que ciudadanos de distintas partes del mundo podrán unirse a un grupo de artistas, pensadores críticos y expertos para problematizar las actuales estructuras de gobernanza ecosistémica.
Habitamos un complejo sistema de flujos y ensamblajes; redes energéticas, explotaciones minerales, periferias urbanas, ciclos hidrológicos, cadenas logísticas, selvas tropicales, mercados financieros... mecanismos híbridos que terraforman la superficie de nuestro planeta en un bucle continuo de fractura, cambio y reordenación, definiendo la habitabilidad presente y futura del sistema Tierra.
μεταβολή
El término "metabolismo" –del griego μεταβολή (metabole = cambio) y el sufijo -ισμός (-ismo = cualidad, sistema)– define los procesos energéticos que producen la transformación física y química de un determinado cuerpo. En un horizonte en el que cualquier tipo de viabilidad medioambiental requiere de la necesaria interdependencia entre ecología y tecnología, lo "metabólico" se convierte en un concepto universal capaz de transgredir los binomios convencionales entre lo natural y lo artificial, lo micro y lo macro, o lo biológico y lo geológico para definir y relacionar procesos de distinta condición, escala y temporalidad. Desde los grandes complejos agroindustriales que alimentan nuestras ciudades, hasta los microorganismos fotosintéticos que mantienen el invisible equilibrio químico de la atmósfera, cualquier sistema definido por un proceso de transformación material o energética, puede entenderse en términos metabólicos.
ισμός
En el contexto de la actual crisis climática, la búsqueda de lo "sublime" en la danza geoquímica que mueve el mundo es a la vez una quimera y una provocación. Una quimera porque implica enfrentarse a las limitaciones tecnológicas, ecológicas y políticas de nuestros actuales modelos de gobernanza, incapaces de abordar problemáticas ecosistémicas que trascienden los límites soberanos de su jurisdicción territorial. Y una provocación porque evidencia la urgencia de cuestionar los ciclos de captura, amalgama, extracción y gasto energético en los que estamos inmersos, y de preguntarnos qué otras infraestructuras, instituciones y diplomacias necesitamos para cambiarlos.
Lograr un sublime metabólico supondría establecer nuevas dinámicas de producción, distribución y consumo de alimentos, y de un régimen agroindustrial capaz de alimentar al mundo sin devorar el planeta. Implicaría el diseño de estrategias alternativas de gestión residual —tanto a corto como a largo plazo—, pero también de una resignificación crucial del propio concepto de residuo. Demandaría una nueva relación con el territorio, y una macroeconomía energética consciente y consecuente con sus implicaciones sociales y medioambientales. Pero, sobre todo, requiere abordar estas y otras problemáticas de forma holística, no como procesos aislados, sino como partes constitutivas e interdependientes de un gran metabolismo global. Uno cuya transformación nos exige un acto de ingenio e imaginación radical, para superar los discursos dualistas entre ecologismo decrecionista y el tecnosolucionismo idílico y construir estructuras de pensamiento eclécticas y operativas capaces de navegar las ambigüedades y contradicciones de nuestra realidad enmarañada.